Hasta mediados de 2020, cuando cada tanto entraba en crisis con mi trabajo en relación de dependencia –en el que llevo ya 19 años-, la pregunta era “¿y a qué otra cosa me voy a dedicar?”. Aunque pensaba en opciones, ninguna me atraía. Y si bien el mal momento pasaba, siempre estaba ese temor de qué sucedería si pierdo mi empleo.
Ahora los llevo un poquito más atrás. En julio de 2019, sospeché que mi hijo podía tener autismo. Entre los dos meses que pasaron desde que pedí el turno con la neuróloga hasta que nos atendió y nos confirmó el diagnóstico, me acordé, porque me había emocionado, de una nota periodística que había leído un buen tiempo antes, que hablaba de cómo una madre “curó” a su hija.
La encontré y leí atentamente sobre cambios en la alimentación y otras modificaciones en el estilo de vida. Así fue como empecé a investigar sobre la dieta no inflamatoria y, después de una consulta con una médica especializada, supe que había que dejar de usar la cosmética convencional, ciertos productos de limpieza, algunos elementos de cocina. Y, además de variar sustancialmente el contenido de las alacenas y renovar ollas, compré un par de cursos de cosmética natural.
Después llegaron las evaluaciones profesionales, el inicio de las terapias, el fin de año, el comienzo de salita de 3… Y el tratar de procesar toda la nueva información (y emociones). Los cursos quedaron olvidados en mi computadora. Pero en junio de 2020, con el poquito de tiempo adicional que me daba la pandemia, los leí y me propuse elaborar algo con los ingredientes que tenía en casa.
Probé con un ungüento para piel seca y la experiencia me encantó. Compré algunos insumos más por Internet y fui preparando otros cosméticos, para usar en casa. Y después de un par de pruebas fallidas (¡siempre las hay!), llegué a una pequeña lista de productos que me gustaban y empecé a regalarlos. No recuerdo bien cuándo se me ocurrió que podía venderlos, pero de esa idea nació Niva (que es un anagrama de Iván, el nombre de mi hijo, quien inspiró todo esto).
Como no tenía idea de cómo se hacía esto de emprender, busqué a quien que me pudiera guiar en el proceso de pasar de elaborar para mí a desarrollar una marca, un emprendimiento. No sólo descubrí que mi propuesta tenía un sentido mucho más profundo que sólo vender cosmética natural –busco que otros, como yo, y también quienes no tienen un diagnóstico, puedan acceder a opciones más saludables-, sino que empecé a verme a mí misma como emprendedora y a valorar mi trabajo.
Mantengo mi empleo en relación de dependencia –también disfruto mucho de mi profesión- y a veces se me complica encontrar el tiempo y energía que quisiera dedicar a que mi marca crezca más rápido. Pero sé que voy a llegar a tener un emprendimiento sustentable, aunque tal vez me demore un poco. Por el momento, me llena de satisfacción el proceso de elaboración, pensar en quienes van a usar los productos y saber que sí hay opciones… que ya la tengo. Conocela en Facebook e Instagram como @niva.senderonatural
Por Sandra Conte, mamá, periodista y creadora de Niva Sendero Natural