Desde pequeño soñaba con tener mi empresa y sentir cómo ello me embriagaba, pero la vida tenía sus propias idas y venidas antes de acercarme a lo que quería… ¡Cada cual paga su precio!
A mis 28 años recuerdo ir en mi auto, por la ruta Cali-Palmira, en Colombia, mientras pensaba que la vida no podía ser este “hueco” que me quitaba el ánimo. ¿Cómo es que sentía esto? Si ya estaba cerca de la supuesta meta aprendida: Tenía auto, moto, un trabajo indefinido en un excelente lugar, subsidios, grandes amigos y amigas, la familia estaba bien, tenía aprobado el crédito para la casa… ¿Qué más se podía pedir? Ahí descubrí que me hacía falta todo.
Mi primer emprendimiento me llevó a la quiebra, mi segundo emprendimiento fue irme de casa para vivir mi vida a mi manera y, a pesar de las dificultades, al final de cuentas buenos resultados. Así me abrí a mi tercer emprendimiento: salir del país y conocer otros mundos. Esto si comenzó a ser “el todo” que yo buscaba. Y me fui con poco dinero a un lugar que no conocía, pero nunca había sido tan feliz en despedirme para siempre, a pesar de los temores… que no me cabían en la maleta.
Hoy, después de 10 años, me siento más lleno y llevando adelante mi quinto emprendimiento en un nuevo país, ya que el cuarto fue exitoso en Argentina.
Hoy he intentado transformar toda mi experiencia en diversos productos o servicios que le permitan a las personas y organizaciones acompañarse hacia su bienestar y realización. Por esto nace JGA, una empresa que empodera a personas para que logren su mejor versión, e inspira a organizaciones a generar ambientes más humanos y productivos.
Hoy, en Chile, siento el mismo sabor en la boca. No conozco a nadie, desconozco el mercado, más no las necesidades. Así que me encuentro empezando de nuevo, de cero, creyendo en lo que hago y lo que percibo que se necesita. Tocando puertas, haciendo sonar los ringtons en celulares, compartiendo lo que sé y me hace bien.
Mi vida, la vida de mis clientes y amig@s me ha llevado a comprender que identificar una necesidad es un milagro que solo trae el trabajo y que hacer un producto es una quijotada que puede hacer mucho bien y hasta llevarte a ganar dinero. Pero el secreto es ese, servir y servir bien. Concentrarse en esa necesidad que desea hacerse consciente y satisfacerse. Las personas valoramos esto y permitimos que entre en nuestras vidas. Esa es la magia del buen trabajo.
Como personas buscamos, aún sin saberlo, una asesoría honesta que nos desafíe, que nos permita conectarnos con lo mejor de nosotros mismos, que nos inspire y, así, poder lanzarse a efectuar lo mismo con otros. Por ello elegí el coaching, la psicoterapia, la psiconutrición y el bienestar como mis herramientas para acompañarme y acompañar. Y esto fue tomando tanto valor que llegó el día en que me animé a llevarlo por diversos caminos para que cada cual se conecte con su pasión, tanto como yo.
Por eso te invito a invertir todo el tiempo posible en sanar tu vacío, conectarte con tu sentido y compartir lo que mejor sepas. Esto alguien lo está esperando, pero debes mostrárselo.
Por Julio González Acosta
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